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“La fantasía patriarcal es crear bebés fuera de los cuerpos humanos”

Florencia Carbajal, filósofa e investigadora ecofeminista, advierte que la crisis ambiental se relaciona con la crisis de la fertilidad humana. Las semillas como objeto de disputa, los cuerpos-territorios en resistencia y la espiritualidad como respuesta a la captura tecno-científica de lo vivo.

Al ecofeminismo se llega por caminos impensados. Después de sus experiencias militantes de juventud y su inconformismo con las líneas de investigación predominantes en la Universidad, la filósofa Florencia Carbajal (Quilmes, 1985) se convirtió casi sin proponérselo en la primera importadora de copas menstruales de la Argentina. Ahí empezó a aparecer en su caldo de cultivo de inquietudes personales una de las premisas esenciales del ecofeminismo: hay una equivalencia entre la violencia que sufren los territorios y la que soportan los cuerpos.

“Como yo venía laburando mucho la gestión menstrual, estaba segurísima –dice Florencia– que los apósitos, tampones y toallitas tienen rayón y polímeros, un montón de contaminantes, y había un estudio de la Universidad de Córdoba que decía que tenían glifosato. Yo ya venía estudiando, a partir de la perspectiva de la soberanía alimentaria, el riesgo enorme que tienen el glifosato, los herbicidas y los pesticidas para la nutrición. Ya sabía que eso mata y aniquila la vida”.

Ahí la revelación: “Cuando me doy cuenta que eso está dentro de un tampón que nos estamos metiendo en la vagina… los niveles de conquista y dominación son mucho más sutiles, somos nosotras las que nos metemos el glifosato dentro del cuerpo. Ésa es como la primera escena donde a mí se me explota el cerebro, al punto de que me daba miedo decirlo. Claro, va directo a la matriz, como pasa con los territorios. Va directo a la matriz, contamina el territorio uterino, pero cuando pasa hay células madres que son células totipotenciales, súper absorbentes. No es joda”.

Para darle forma a su intuición filosófica y feminista, a Florencia se le ocurrió armar un laboratorio de investigación en el que participaran distintas perspectivas (“antropólogas, sociólogas, filósofas, activistas, militantes, de todo”). El tema: la Soberanía cíclica. La búsqueda era abrir el debate sobre cómo mujeres e identidades con útero pueden recuperar un territorio-cuerpo que es objeto de conquista por el mercado a través de las mismas corporaciones que se han apoderado del territorio-naturaleza.

“Yo estaba muy enojada con la Academia en ese momento porque no me dejaban investigar estas cosas”, dice. Entre 2020 y 2023 se realizaron cuatro laboratorios colaborativos que abrieron nuevas líneas de investigación, preguntas y también sirvieron de marco para que Florencia y la antropóloga social María Elena Ramognini escribieran La infertilidad como negocio. Cuidar la matriz frente a la matrix (Red Editorial, 2023).

Para Florencia, “todas las crisis están relacionadas: la crisis ecológica, la crisis climática, la crisis de los cuidados, la crisis económica, financiera, social, la crisis de conciencia o espiritual y la crisis de fertilidad”. Como no había mucha bibliografía sobre el tema, se puso a investigar para escribir su ensayo “Cuidar la matriz frente a la matrix”, uno de los dos que integran el libro.

 

 

 

 

Las semillas en riesgo
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El punto de partida fue el trabajo de Shanna Swan, una epidemióloga ambiental y reproductiva estadounidense con largo recorrido académico. Su libro más potente (todavía no editado en español), de 2021, se titula Cuenta regresiva: cómo nuestro mundo moderno está amenazando el recuento de espermatozoides, alterando el desarrollo reproductivo masculino y femenino y poniendo en peligro el futuro de la raza humana.

Algunos de los datos que divulga Swan después de estudiar durante décadas a hombres y mujeres occidentales:

*En 50 años, la fertilidad de los espermatozoides disminuyó a la mitad; se perdió un 1% de fertilidad por año entre 1972 y 2021.

*Un hombre de este tiempo tiene la mitad de espermatozoides que su abuelo.

*Una mujer de 20 años hoy es menos fértil que su abuela a los 35.

Florencia apunta: “Yo ya pensaba al útero como una cavidad donde el patriarcado va directamente a extraer recursos y donde está habiendo un nivel de conquista y dominación a través de la contaminación, pero cuando me llega este dato de que estamos cada vez más infértiles digo ‘esto está sucediendo’. Se unieron los puntos y eso me explotó la cabeza”.

 

 

 

–¿Cuál es la relación entre esta crisis de fertilidad y la crisis ambiental que atravesamos?

–La relación entre la crisis climática y la crisis de fertilidad es una relación evidente y, sin embargo, hay que dar cuenta de esa evidencia. La crisis de fertilidad va acompañada, paralelamente, con que está bajando la cantidad de hijos por año que tienen los humanos. En 1960 había un promedio de 5 y hoy estamos abajo de 2 por familia. ¿Cuáles son las causas de la infertilidad como especie? Yo hago todo el tiempo el pasaje con las semillas del alimento. Hoy las semillas son transgénicas, tienen fecha de vencimiento, tienen dueños privados que son corporaciones, desapareció gran parte de la diversidad de las semillas y hoy el modelo productivo va de la mano con los tóxicos, los químicos, y por eso necesariamente los suelos están cada vez más estériles. Estamos teniendo desertificación de los suelos. Es copy-paste de esto al cuerpo humano: lo mismo que le sucede a la tierra nos sucederá a nosotros. Somos parte de; entonces, lo mismo que sucedió con las semillas es lo que está sucediendo con las semillas humanas. Las semillas humanas son los óvulos y los espermatozoides. ¿Por qué está bajando la calidad de las semillas humanas? Ésa es la pregunta. ¿Cuáles son las causas, si se quiere, de la crisis de aspermia (falta de semen)? Hay muchas causas.

–¿Por ejemplo?

–A veces este estudio se separa en dos tipos de causas. Las causas de lifestyle, de estilo de vida. O sea, la forma en que vivimos, la forma en que consumimos, la forma en que nos nutrimos con alimentos sin capacidad nutritiva, lo mal comidos que estamos. Tiene que ver con las adicciones, el cigarrillo, el alcohol. No hace falta ser adicto, solo pertenecer a esta forma de sociedad. Y, por supuesto, el estrés. O sea, vivimos mal, tenemos mala calidad de vida. No importa dónde vivamos hoy, hay mala calidad de vida. Eso afecta directamente a la calidad de nuestros espermatozoides.

–También hay causas que no tienen que ver con las elecciones individuales.

–Esto para mí es muy importante porque hace mella, hace límite, hace borde con algunos pensamientos del feminismo que hay que poder pensar y poner en crisis. Como, por ejemplo, “sobre mi cuerpo decido yo”. No, no siempre, no necesariamente. Y si decidís sobre tu cuerpo es porque hay un privilegio enorme que implica también una responsabilidad, que en mi caso, para mí, tiene que ver también con la responsabilidad de la comunicación. Porque no podemos elegir, por ejemplo, vivir al margen de los disruptores endócrinos. Los disruptores endócrinos son, por ejemplo, los ftalatos, los BPO, los asbestos. Son sustancias químicas, tóxicas, que tienen la mayor cantidad de los elementos con los que nos vinculamos: cosmética, productos de limpieza, los plásticos, los tuppers, los films, la caja de pizza. O sea, todos los materiales con los que nos vinculamos o la mayor parte de esos materiales tienen disruptores endócrinos. Es decir, tienen sustancias químicas y tóxicas que intervienen en nuestros ciclos hormonales. Afectan directamente en nuestra fertilidad. ¿Podés tener una vida libre de disruptores endócrinos? Es muy difícil. Es un ejercicio, es una práctica. Hay mucho acceso a la información que tenemos que tener y también podemos cambiar muchos hábitos en relación a eso.

–El panorama es complejo.

–Si vemos y reconocemos todas estas causas de por qué están bajando los índices de fertilidad de la especie y al mismo tiempo reconocemos que como especie somos una especie más dentro de un ecosistema mayor, dentro de una inteligencia planetaria mayor, ahí es más evidente que lo que le sucede a la Tierra nos sucede a nosotros como parte de estos ecosistemas. Entonces es lógico que el cambio climático y el calentamiento global va a afectar sobre la fertilidad de la especie. Es una de las alarmas más presentes que tenemos que tener como humanidad, porque la crisis de fertilidad va acompañada con el cambio de la pirámide demográfica. Cada vez nacen menos bebés y cada vez como especie tenemos menos capacidad de procrear. Tenemos el riesgo gravísimo de la extinción de la especie por incapacidad de reproducción. Esto es literal, según los estudios en 40 años no vamos a poder reproducirnos sin asistencia tecnológica.

 

 

 

 

La profecía de El cuento de la criada
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En La infertilidad como negocio, que funciona como un ensayo filosófico que dialoga con investigaciones científicas recientes, Florencia Carbajal y María Elena Ramognini realizan una historización de cómo el sistema médico-tecno-farmacéutico ha ido controlando, con el correr de los siglos, las funciones vitales propias de los cuerpos con matriz: concepción, gestación, menstruación, parto. Una captura de ancestrales saberes en nombre de un progreso que en el corto plazo puede tener consecuencias indeseadas. Florencia escribe:

Corporaciones multinacionales de tecnología, farmacéutica y producción audiovisual, unen sus esfuerzos para controlar la cadena completa de producción de la reproducción de la especie: crear las células-gametos, concebir el embrión, gestar el feto y darlo a luz. Pro-crear en serie. ¿Estamos en las puertas de la época que podría crear bebés sin padre ni madre? De principio a fin, el adueñamiento de la línea de montaje de la vida: del ADN al EAN, código de barras. ¿El útero artificial será al Tecnoceno/Antropoceno/Chthuluceno/Capitaloceno, lo que la máquina de vapor fue a la primera Revolución Industrial?

A poco de cumplirse 40 años de la publicación de El cuento de la criada (1985), donde la escritora canadiense Margaret Atwood plantea una sociedad controlada por un Gobierno totalitario que decide, entre otras cuestiones, qué mujeres y cómo se embarazan, el universo ficcional y distópico de la República de Gilead pareciera cada vez más próximo a la sociedad occidental del siglo XXI.

–Ahí está la alarma mayor y esto es cien por ciento político, en el sentido de qué tipo de mundo estamos creando. Está muy alineado a la perspectiva de Elon Musk, o sea, la supremacía. Elon Musk quiere, en 60 años, extraer un millón de personas y llevarlos a Marte y vivir en Marte produciendo alimentos agroecológicos, viviendo dentro de cuevas, procesando la caca. Básicamente, quiere hacer una comunidad agroecológica, cuando ya tenemos acá las condiciones para poder hacerlo. Es una locura y es un proyecto totalitario y supremacista, porque solo el 1 por ciento o menos de la humanidad está en esa ideología, en esa idea de lo que es posible como futuro, cuando somos más de 8.000 millones de personas en la Tierra. Entonces, ¿cómo vamos a sobrevivir? Que esa supervivencia no sea siempre en escasez ni en desmedro e injusticia es una cuestión donde la crisis de fertilidad viene a traernos un montón de cuestiones éticas y políticas para pensar la supremacía ésta de poder gestar vida fuera del útero. Hay investigaciones sobre el útero artificial, que también es un tema complejo. Básicamente, es la fantasía patriarcal de poder crear bebés fuera de los cuerpos humanos. Suena alarmante pero es posible.

–Son fábricas de bebés. 

–Ya hay antecedentes de esto. En Ucrania, la subrobación de vientres cotiza dentro del PBI, es una de las actividades industriales más fuertes que tiene el país. Es muy fuerte eso. Vos entrás a las clínicas de fertilidad de Ucrania y te aparecen las mujeres con un código EAN, un código de barras abajo. Vos elegís a esa persona y después tenés distintos planes, literalmente como si fueran planes de telefonía celular. Y podés tener tu hijo o hija en 3, 6 o 9 meses. Y podés elegir mediante la manipulación genética altura, peso, color de cabello, de ojos, enfermedades preexistentes. O sea, la mercantilización de la vida está siendo la vanguardia de las investigaciones médicas, científicas y del mercado. Ahí hay un alerta gigante.

–Es, definitivamente, el hombre jugando a Dios. En un pasaje de su libro dicen: “La ciencia ahora nos promete la liberación de todas las molestias reproductivas. Incluso nos libera de tener relaciones sexuales. La era de la inmaculada concepción parece estar llegando”. La inmaculada concepción es una idea teológica, religiosa. Y ahora el mercado o la tecnociencia se impone como una nueva creencia. 

–Esto es parte de la investigación de la que formo parte, de un colectivo que se llama Malgré Tout, que tiene sede en Francia y ahora estamos armando el mismo colectivo acá en Argentina. Con ellos venimos investigando hace 5 o 6 años todos estos temas. Y en esta investigación, que es mucho más macro, yo aporto la perspectiva ecofeminista y la crisis de la fertilidad. Hay algo que trabajamos mucho con Miguel Benasayag. Lo que vemos hoy es que están interrumpidos los ciclos vitales. Eso, por supuesto, cambia los ritmos, hay una aceleración de los ritmos. Y eso hace que perdamos los ritos sociales. Lo que llamamos bien común, o sea, los momentos donde decimos esto es común, nos vemos, nos legitimamos como comunidad. Y esto es importante para nosotros. Habitar un terreno. Tener un hijo. Tener un pasaje de amor con otra persona. O sea, ritmos, ritos y ciclos.

 

 

 

–Incluso morir. Legitimar que nos morimos y envejecemos.

–Exactamente, el nacimiento y la muerte tenían rituales de pasaje, de paso, que cada vez están más desaparecidos, están más divididos, tienen menor importancia en la trama social, porque están acelerados los ritmos. Eso es muy claro en las semillas. Una semilla que produce cuatro veces por año, cuando orgánicamente esa semilla solo lo hace uno, por ejemplo. Lo mismo nosotros, trabajamos hasta el burnout, hasta quemarnos en exceso, hay una especie de pseudo-esclavismo funcionando. Pasa lo mismo con los ciclos vitales, o sea, la interrupción de los ciclos. Lo vemos en la naturaleza, tenemos interrumpido el ciclo de la polinización, el ciclo de la fotosíntesis, el ciclo del agua, el ciclo del nitrógeno, o sea, tenemos los ciclos rotos, de la misma manera tenemos roto el ciclo del sueño, el ciclo circadiano, el ciclo menstrual ovulatorio.

–Los seres humanos rompinos nuestros propios ciclos.

–Es decir, la técnica vino a romper estos ciclos, y la pregunta que nosotros nos hacemos en términos de investigación es: esa hibridación entre la técnica y lo humano, ¿es de colonización o es para una mayor abundancia y vivir de la especie? Voy a ponerlo con un ejemplo concreto. Cuando se descubrió la inseminación in vitro, ¿qué pasó? La ciencia reemplazó a Dios. Antes, para tener hijos necesitábamos tener relaciones sexuales, encamarnos y traficar fluidos, cambiar fluidos. A partir de la posibilidad de la concepción en probeta, la ciencia juega a este lugar de dar vida y muerte, a este lugar de Dios. Que exista esa tecnología, podemos decir, es deseable, tiene que ver con la evolución de la especie, tiene que ver con avances, progresos. Ahora, que esa tecnología exista, no quiere decir que estemos obligados a mastificarla y a usarla en todos los casos. Eso que pasa con la inseminación artificial está pasando hoy con todas las tecnologías.

–En vez de convertirse en una opción, pasa a ser la norma.

–Ése es el punto. Una cosa es que exista la posibilidad del congelamiento de óvulos o el congelamiento de espermatozoides. ¿Por qué? Porque estamos en crisis de fertilidad, porque han cambiado los ritmos en los que crecemos, porque los ritos sociales son otros. Ahora bien, que haya mujeres de 20 años pagando 2.000 dólares por mes para congelar sus huevos por miedo a la infertilidad, está siendo la norma hoy. Las empresas están pagando para que las personas congelen sus óvulos. Y ahí dejame decir esto porque me parece quizás lo más importante, y está por fuera del libro. ¿Cuál es la soberanía que tenemos sobre las semillas, espermatozoides y óvulos? Vuelvo a poner el ejemplo para que sea claro y evidente. Cuando las empresas de alimentos tocan genéticamente las semillas, las pueden patentar; entonces, pueden ser dueños de esas semillas que antes eran de Dios, de la vida, de la existencia, de la naturaleza, bien común de la humanidad. ¿Qué son las semillas? ¿Son un bien común de la humanidad? ¿Son una mercancía de intercambio? Y lo mismo tenemos que pensar con los óvulos y los espermatozoides. ¿Qué estamos haciendo con nuestras semillas? ¿Las estamos congelando? ¿Las estamos vendiendo? Cuando hay un proceso de congelamiento, vos estás privatizando tus semillas. Y al cabo de un tiempo, por protocolo, por lo general, se pierde la potestad sobre esas semillas. No vaya a ser cosa que con la crisis de fertilidad que estamos teniendo, le estemos regalando nuestras semillas a estas multinacionales, corporaciones que a su vez tienen la idea transhumanista de generar un útero artificial y poder generar fábricas de bebés. Parece distópico, pero es El cuento de la criada que ya está sucediendo.

 

 

 

 

Una diosa ecofeminista
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–¿Por qué decís que hay una relación entre el avance del patriarcado y la pérdida de la “diosa” que sufrieron las mujeres?

–Es un tema bastante complejo, yo siempre digo que es la pregunta por el origen del patriarcado; no porque haya un origen, sino porque me interesa que podamos pensar algo diferente al patriarcado. Como pensar el fin del capitalismo, que a veces es más difícil que pensar el fin del mundo. Pensar el fin del patriarcado es prácticamente imposible, porque no tenemos imaginarios, no tenemos ficciones, no tenemos mitos, no tenemos narrativas. Estudié a algunas pensadoras que son muy marginales al feminismo, esto también es interesante. Por ejemplo, Casilda Rodrigáñez Bustos, que hace un estudio de la Matrística, que son comunidades saludables, organizadas, ecológicas, equitativas, comunitarias que se organizan en relación al cuidado de la vida, o sea, la vida está en el centro y la perdurabilidad de la especie en sintonía y en armonía con el entorno. Es como vivían las comunidades matrísticas, nómades, viajando, circulando. Casilda dice que la Matrística no se encuentra en la Historia lineal patriarcal de nuestra civilización, o sea, para encontrar la Matrística nos tenemos que ir fuera de la Historia, nos caemos del relato histórico y entramos en la arqueología, por eso las vasijas, las fuentes tienen todas imágenes de mujeres con las tetas al aire, con las piernas abiertas, pariendo con placer.

–Ahí aparece una función clave de la matriz: parir, dar vida.

–El parto es fundamental para la socialización de la especie. El patriarcado lo que tuvo que hacer fue separar a la madre y al padre de la cría, o sea, hacer un corte en el momento del nacimiento. Eso provocó un entumecimiento del útero, el útero como un músculo muy importante para los cuerpos con matriz, los cuerpos de las mujeres, porque es el órgano donde sucede la perdurabilidad de la especie. La capacidad de ser fértiles que tenemos como especie sucede dentro del útero, un órgano que es capaz de hacer alquimia. Todo eso la Matrística lo sabía muy bien y estaba todo diseñado para que el útero fuera un músculo de movimiento que no estuviese duro: las danzas tribales, los rituales de pasaje, las formas en que las mujeres caminaban, movían sus cuerpos. Todo eso estaba dado para que el parto pueda ser con placer. Cuando el parto es con placer hay segregación de libido materna, que básicamente es la capacidad de sentir empatía y de cuidar de los demás. Como lo que nos sucede cuando vemos un bebé, completamente indefenso, y surge espontáneamente el deseo de cuidar la vida. Bueno, eso es lo que el patriarcado vino a romper, la empatía, el sentir la trama, una trama más grande, el sentirnos interconectados.

 

 

 

–¿Hay forma de recuperar esa Matrística? 

–Esa Matrística es para nosotros hoy una imagen mítica o algo que podemos reconstruir o algo que todavía guarda, digamos, mucha sabiduría para nosotros. Esa sabiduría en la matrística estaba dada por la cantidad de dioses y diosas a los que se les rendía devoción. Cuando vos empezás a estudiar las diosas, que son múltiples y existen en todas las culturas, oh casualidad, todas las diosas tienen la capacidad, el don de la fertilidad. Las diosas estaban vinculadas con la agricultura, con el alimento, con los partos, con los nacimientos, con la fecundación, o sea, la diosa es sinónimo de fertilidad. Bueno, tenemos patriarcado y monoteísmo. Del monoteísmo al monocultivo y a la pérdida de la diversidad y la fertilidad, hay un solo paso. Es muy complejo dar cuenta de este salto, pero me parece evidente que podamos empezar a explorarlo.

–¿Qué aporta el ecofeminismo a estas discusiones?

–El capitalismo es un fragmento muy cortito del patriarcado. Yayo Herrero, que es una ecofeminista española muy influyente en el movimiento, dice que el patriarcado es básicamente la idea, la fantasía de creer posible que vivimos a partir de tres emancipaciones: que podemos estar emancipados del propio cuerpo, de la naturaleza y del resto de las especies. Y, sobre todo, del cuidado material afectivo de otras personas. O sea, el patriarcado es la idea falsa de que podemos vivir separados. Eso me parece fundamental, porque ahí podés ver al ecofeminismo volver al cuerpo, volver a habitar el cuerpo, dar por sentado que somos interdependientes, que dependemos los unos de los otros y necesitamos cuidado material. Sobre todo, por ejemplo, cuando recién nacemos o cuando somos viejos. Sin que otras personas cuiden de nosotros cuando estamos enfermos, cuando te quebrás una mano o una pierna, no podemos sobrevivir. Y tampoco podemos sobrevivir separados de la naturaleza.

–¿Cómo se plantea la discusión sobre la necesidad de volver a la naturaleza y la espiritualidad cuando una parte importante del feminismo tiene una mirada más académica y urbana?

–El feminismo o los feminismos son lugares de conflicto, lugares de disputa donde no están saldadas las discusiones. No hay unidad de sentido, no hay ni siquiera hoy unidad de lucha o unidad de eslógan, o sea, hoy los feminismos son dos cosas inclusive contrapuestas y están en puja. Si bien desde los 70 existe el ecofeminismo y la relación entre el movimiento socioambiental y el movimiento feminista, yo creo que tardó mucho tiempo en ser escuchado por esta resistencia que tiene el feminismo más académico o más más duro, el feminismo que está muy abocado en la restitución de derechos, en la igualdad económica, en la aparición en el espacio público. Ese feminismo es muy reticente a las perspectivas ecofeministas, que se posicionan sobre un resacralizar la vida.

–¿Es posible resacralizar la vida en el siglo XXI?

–Básicamente, “no vamos a poner el capital en el centro, el dinero, la moneda, el uso de cambio, vamos a poner la vida en el centro”. Entonces, ¿cómo guardianamos la vida? Eso, sin una mirada espiritual, no se sostiene, porque tiene que haber algo mayor que nos dé voluntad de cooperación mutua con el resto de los humanos. Ahí, las miradas como la de Vandana Shiva son fundamentales, porque ahí la espiritualidad es espiritualidad enraizada; la de los pueblos originarios es una espiritualidad viva, enraizada. El Apu es el espíritu de la montaña, los elementales fuego, agua, tierra son fuerzas cósmicas, espirituales, con las que entramos en relación. Es complejo para los debates si se quiere más académicos o los debates universitarios, más aguerridos, o algunas luchas específicas hablar de estas cosas. Sin embargo, estas cosas como la desacralización de la vida son las que hoy están posibilitando o abriendo la posibilidad de pensar las crisis en profundidad. La crisis de fertilidad sin una perspectiva espiritual, política, no tiene sentido, porque todo es negocio. Ahí tenés el peligro del feminismo neoliberal, el feminismo de derecha, este feminismo donde todo se capitaliza.

–¿Hay salida para el problema de la infertilidad o el camino nos lleva irreversiblemente a la extinción?

–Sí hay, eso es lo más interesante. Así como en dos generaciones se redujo la fertilidad a la mitad, en dos generaciones podemos recuperarla de nuevo. A mí me ocupa muchísimo tiempo hablar de la crisis de fertilidad porque, sobre todo, lo que más me interesa es pensar futuros fértiles, sostenibles, posibles. O sea, el colapso civilizatorio sucederá pero hay alternativas. Hay posibilidades de torcer el rumbo del colapso. Es un cambio cultural, de chip mental, muy fuerte porque tenemos que volver a entender qué relación tenemos como especie con el resto de las especies, con la naturaleza y con nuestro propio cuerpo. Mirá si tenemos trabajo.

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