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Más allá de la derrota

Nos decimos a nosotros mismos que el sujeto moderno, con su prepotencia respecto de la naturaleza y su afán de triunfo no va más. Nos repetimos que el antropoceno o el capitaloceno se vuelven espectros mientras el mundo se cocina en una dirección incierta. Algunos, aparte, llamamos la atención sobre un detalle: la derrota de nuestras prácticas e ideales históricos. Pero, aun pasando lista de aquellas debacles históricas y de esta no menos histórica derrota, ¿lo asumimos realmente?

No se trata de la derrota de un proyecto o de una vanguardia, sino de un modo de estar en el mundo. Por cierto, el reverso de la derrota es el triunfo de un capitalismo sin miramientos; pero su victoria ¿no es una victoria pírrica? Una sociedad rota, donde el lazo social se desintegra y las condiciones medioambientales alarman, ¿no tienen fecha de vencimiento?

¿Qué significa, entonces, asumir la derrota? ¿Cómo pensar desde ahí sin caer en el tan autocomplaciente derrotismo? Creemos que no sólo fueron derrotados los que podríamos considerar nuestros mejores valores, la potencia que desearíamos conservar o recuperar, sino también fue derrotado lo peor que teníamos, es decir, el racionalismo ciego de la izquierda –frente a la barbarie y el irracionalismo de la derecha–, la razón calculadora en nuestra relación con el poder…

Por eso, ahora, no se trata de hacer una “autocrítica” que nos devuelva sin solución de continuidad al ruedo, ni de traficar lo mismo de siempre, mientras nos autoengañamos con nuevas quimeras. En principio, creemos que es necesario reconocer la emergencia de una complejidad que nos impide seguir actuando tal y como lo veníamos haciendo y nos fuerza a pensar de otro modo. Y, modestamente, no nos queda otro camino que buscar un ángulo para relanzar el protagonismo social, ya no tras la zanahoria de la revolución, sino desde el realismo de la derrota.

Pero, ¿cuál es ese realismo?, ¿qué diferencia hay entre un realismo de la derrota y el realismo político que distribuye por derecha e izquierda la famosa frase de la dama de hierro: “there is no alternative”? Si el realismo político, el “posibilismo”, parte de la idea de un estado de cosas inmodificable porque apuesta a la lógica del poder; el realismo de la derrota pone en tensión lo que considera innegociable con lo que se presenta como posible. Y, a diferencia del espíritu de izquierda del que formamos parte, no creemos que las opciones son “teleología o nada”, ya que la derrota no es un tiempo suspendido, un limbo inhabitable, sino un momento concreto. Es desde la materialidad de ese momento concreto que nos preguntamos qué podemos.

Pero tampoco la crítica del triunfalismo nos conduce al pesimismo ni mucho menos a la “deserción”. ¿Acaso hay a dónde ir? Como si no fueran suficientes los desiertos inventados antes de genocidios como el del siglo XIX en Argentina… Como si no comprendiéramos los éxodos que desalojaron la posibilidad de una dominación concreta, también en nuestra historia.

El miedo es respetable, cuando el cuerpo no da más, cuando la fragilidad lo indica. El problema ético se da cuando desde posiciones intelectuales y militantes se les propone a los demás que no hay salida, con el tupé narcisista de la teorización.

La derrota, como dicen los zapatistas, tiene que ver con que hay un horizonte infranqueable, el colapso desplaza las imágenes de futuros deseables… la “no perspectiva” es una especie de derrota. También se plantean el problema de la temporalidad; denunciando el “inmediatismo” aseguran que no hay grandes probabilidades de un futuro en que la vida (con sus enseñanzas y contradicciones, su perseverancia y fragilidad) prevalezca por sobre la destrucción. Sin embargo, aquí estamos y tiempo al tiempo. ¿Qué tiempo? No hay futuro anhelado ni teleología que valga, decíamos. Pues bien, el futuro está en el presente; lejos del goce inmediato, pero a la búsqueda de un presente más amplio. El corto plazo aparece como unidad de medida real, no como carencia de largo plazo.

Por otro lado, no hacemos ni proponemos una suerte de catastrofismo. Hay quienes viven mejor y, a la vez, no dejen de experimentar la derrota. Hay logros, hay conquistas, hay experiencias alternativas… y hay derrota. Necesitamos una hipótesis sobre nuevos emergentes, luchas que no buscan la victoria como un momento sustancial, sino, tal vez, mejores pisos para seguir peleando, defender la vida, generar condiciones de lo deseable.

La imprevisibilidad hoy no es ni una categoría filosófica, ni una catástrofe total, sino un dato que nos indica que participamos en un porcentaje mínimo de los efectos de nuestras propias acciones. Nos desbordan fuerzas que tampoco responden a viejos o nuevos titiriteros. Los beneficiarios de la relación de fuerzas actual son nuestros enemigos, pero no alcanza y tal vez sobre una pelea en esos términos. Las soluciones alucinatorias siempre están a la vuelta de la esquina con el rostro de un enemigo imaginario.

Además, lo que denunciamos en coincidencia con tantos movimientos y experiencias sociales, artísticas, políticas, no se presenta ante todo el mundo como el horror mismo, sino que tiene la forma del avance tecnológico, la promesa de un nuevo goce, o incluso un pedido más de sacrificio en pos de una panacea cada vez menos creíble. ¿Qué relación hay entre el colapso como telón de fondo y la permanente aparición de nuevas posibilidades (tecnológicas, científicas, estéticas) en la vida cotidiana?

¿Se trata de pensar la transición? ¿Cómo imaginamos esa transición? Ensayamos una regla mínima y, tal vez, desechable: pase lo que pase, obrar de tal modo que resulte más práctico y hasta fácil cooperar que litigar. El problema de lo común y la comunidad no se funda en la seguridad como solución en un mundo de ‘hombres lobo’, sino en la producción de formas de vivir (estar siendo) basadas en el cuidado y en mediaciones situadas para la inevitable conflictividad.

¿Con qué semblante nos encontramos? Una sobriedad alegre, propia de la resistencia-creación. Lucha siempre situada para la cual tristeza, sacrificio y obstinación resultan matices circunstanciales, antes que prerrogativas morales. Un historiador dice que la izquierda jugó al sacrificio de los cuerpos, la derecha juega a la aniquilación de las vidas, mientras que luchas emergentes como la feminista y, agregamos, las luchas ambientales, se basan en el cuidado… en el fondo, en la defensa de la vida.

 

Compartimos un texto reciente desde Chiapas con el que dialogamos.

https://enlacezapatista.ezln.org.mx/2023/11/28/catorceava-parte-y-segunda-alerta-de-aproximacion-la-otra-regla-del-tercero-excluido/

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